Dunkerque (Cristopher Nolan, 2017)
Con Dunkerque, Christopher Nolan
se atreve con una película bélica, género que no había tocado hasta ahora, lo
cual sorprendía en primera instancia al tratarse de una temática basada en
hechos reales, acostumbrados como nos tiene a la ciencia-ficción y los
elementos fantásticos en sus películas. El que en mi opinión es actualmente uno
de los grandes referentes del cine mundial, alguien que sabe aunar a la
perfección la espectacularidad visual con un cine inteligente, nos regala otra
maravilla para engrosar su ya abultada y brillante filmografía.
En este relato, Christopher Nolan
se centra en el sufrimiento y la desesperación humanas de unos soldados en
retirada que se encuentran atrapados en la playa de Dunkerque (Francia) entre
el fuego enemigo y el vasto mar. En la película se narra la complicada
evacuación bautizada como Operación Dinamo que tuvo lugar en mayo de 1941 y por
la que se pudieron rescatar a más de 300.000 soldados, y en el que mucho tuvo
que ver la actuación de pequeños navíos particulares y buques mercantes que
zarparon desde las costas inglesas ante la imposibilidad de la flota británica
de acercarse a la playa de Dunkerque, asediada bajo el fuego de artillería y
los Stukas alemanes.
Hace ya casi veinte años era
Spielberg el que iba a marcar el rumbo de las películas de guerra para los
siguientes veinte años con su obra maestra Salvar al soldado Ryan (1998). Con
esta película, Spielberg revolucionó el cine bélico mostrando por vez primera
la guerra en toda su crudeza de manera hiperrealista, a través de los ojos de
una cámara que se movía como un soldado más, entre vísceras, miembros mutilados
y fuego de mortero, mientras las balas silbaban a su alrededor. En este caso,
Nolan prefiere huir de la carnaza (no vemos una sola gota de sangre) a favor de
un relato más humano sin prescindir de la acción y de grandes escenas aéreas
magistralmente bien rodadas. Algo curioso es que no vemos nunca al enemigo.
Llueven las balas y las bombas pero no sabemos de dónde vienen. Y esa es la
idea. Nolan en esta película quiere hacernos sentir claustrofobia y lo
consigue, sumergiéndonos en la acción y haciéndonos sentir un soldado más,
expuesto y desesperado. En esto también influye poderosamente la insistente y
martilleante banda sonora compuesta por Hans Zimmer, que contribuye a generar
un constante suspense que te mantiene en vilo, con el corazón en un puño.
Es un relato que se desarrolla por
tierra, mar y aire. Y como no podía ser de otra manera, aunque se trate de una
temática realista y de una historia lineal, Nolan aporta su toque personal
mediante un guion fragmentado en el que, a través de varios montajes paralelos,
asistimos a una historia contada desde 3 puntos de vista ubicados en 3 espacios
temporales distintos con diferentes duraciones: una semana en tierra, un día en
el mar y una hora en el aire. Tres historias cruzadas que terminan
encontrándose en un clímax épico y emocionante. Una genialidad sólo al alcance
de unos pocos elegidos.
Y es en este punto donde quiero
hacer valer el título del artículo y recordar otras películas del cineasta
británico donde la fragmentación del relato es denominador común, jugando con
diversos momentos temporales y espaciales.
Memento (2000)
En esta película de culto, asistimos al curioso problema del protagonista, que debido a un accidente no puede volver a generar recuerdos nuevos y sólo cuenta con una memoria reciente muy corta y las notas que se tatúa en la piel para sobrevivir al día a día. Es una historia contada hacia atrás, mezclada con otra secuencia lineal, que refleja en la construcción del relato, la propia confusión del protagonista.
Inception (2010)
Aparte de mostrar el mundo de los sueños con una óptica totalmente novedosa y visualmente impactante, Nolan consigue aquí construir una matrioska narrativa, con relatos dentro de otros jugando con las diferentes duraciones de los niveles de profundidad de los sueños. Este brillante planteamiento alcanza su zenit en un espectacular clímax que presenta diversos momentos temporales, concentrando en aproximadamente media hora, varias secuencias interrelacionadas de varias horas de duración.
Interstellar (2014)
La película es básicamente un
bucle temporal con paradoja cuántica incluida. Una película de esencia
existencialista, compleja y muy sesuda, que se sirve de las teorías de la física cuántica más
recientes sobre el universo (teoría de cuerdas, universos paralelos, agujeros
de gusano) para contar la agónica odisea de unos astronautas por regresar a
casa cruzando el universo para reencontrarse con sus seres queridos. Una
carrera contra el tiempo y el espacio que arranca con una sensación de vacío
ante la vida en ese futuro rural y distópico donde viven los protagonistas.
La filmografía de Nolan demuestra la maestría de este director a la hora de darle una vuelta de tuerca a sus películas. Es capaz de ofrecer auténticos blockbusters comerciales cargados de acción y efectos especiales, sin renunciar a temáticas complejas y guiones enrevesados, que resultan en relatos innovadores y muy interesantes. Todo esto convierte a Nolan en uno de los principales cineastas actuales, cuyo nuevo estreno siempre es garantía de buen cine, palomitero y trascendental.
“El amor es la única fuerza que
trasciende las dimensiones del espacio y del tiempo”
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