Uno de los grandes maestros del cine de terror, Wes Craven (que curiosamente no participa en la serie de televisión Masters of horror de hace unos años) dirigió en 1996 una de sus películas más célebres. Hablamos de Scream (AKA Scream. Vigila quién llama), film fundacional de terror adolescente que dio lugar a una exitosa saga e inspiró a otra (Scary Movie y sucedáneos), además de sentar ciertas bases y servir de estímulo y referencia para otras muchas películas del género.
A pesar de la rápida popularidad que logró, su notable éxito de taquilla y la ingente cantidad de películas mediocres que quisieron imitar su acertada fórmula (Sé lo que hicisteis el último verano, School Killer, y un largo etcétera), no estamos ante una gran película, ni mucho menos. Es falsa, artificial y efectista, pasada de rosca, con un reparto bastante escaso en dotes interpretativas y un guión forzado al límite, pero creo que, precisamente (y paradójicamente), es ahí donde reside su auténtica fuerza. La película es perfectamente consciente en todo momento de que es un relato de terror, con códigos reconocibles e inmanentes al género y nunca se toma en serio a sí misma. Lo que hace la película es exponer uno a uno todos los tópicos, patrones y soluciones narrativas cliché dentro del género de terror y darles una vuelta de tuerca. En cierto sentido, se trata de una parodia de las clásicas películas de terror con asesino, herederas de la obra de culto La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), pero sin dejar de ser en ningún momento una película perteneciente al género de terror.
Atendiendo al argumento, se nos presenta a unos chavales estudiantes, cinéfilos y obsesionados con el cine de terror, que los lleva a poner en práctica todo aquello que han visto en sus películas favoritas asesinando a sus compañeros de instituto y manteniendo aterrorizado a todo el pueblo de Woodsboro. El asesino siempre sigue el mismo ritual, llamar a su víctima por teléfono y preguntarle cual es su película de terror favorita, antes de abrirle en canal. Es una peli de terror hecha por y para aficionados al género. Podemos ver ya en su premisa la intención de la propia película por poner de manifiesto las claves de este tipo de cine y jugar con ellas. Es un ejercicio inteligente. A todos nos ha ocurrido que, a la hora de ver una peli de miedo, nos damos cuenta de los errores tontos que cometen las víctimas cuando están siendo perseguidas por sus agresores y deseamos indicarles el camino de su salvación. ¿Quién no le ha gritado alguna vez al televisor, avisando a la pobre e indefensa chica protagonista que no se metiera por aquel callejón oscuro y se ha tirado de los pelos al ver cómo se metía de cabeza y acababa muriendo descuartizada brutalmente a manos del psicópata de turno? Es un ejercicio divertido y efectivo, porque nos mantiene clavados a la pantalla en un tenso vilo y nos produce un placentero sufrimiento al ver cómo el/la desafortunado/a protagonista va cavándose poco a poco su propia tumba ante nuestra impotente (y morbosa) expectación. Pues a eso es a lo que juega Scream. A poner sobre la mesa y dejar a la vista las reglas del juego. A construir, de manera autoconsciente, original y sin complejos, una peli de terror que habla de las trampas y trucos de las pelis de terror, sin importar la altura interpretativa de sus miembros, factor de hecho fundamental en lo que se quiere hacer: una peli intencionadamente tramposa. Incluso se permite algunas secuencias y momentos memorables, con un interesante giro-sorpresa al final.
Atendiendo al argumento, se nos presenta a unos chavales estudiantes, cinéfilos y obsesionados con el cine de terror, que los lleva a poner en práctica todo aquello que han visto en sus películas favoritas asesinando a sus compañeros de instituto y manteniendo aterrorizado a todo el pueblo de Woodsboro. El asesino siempre sigue el mismo ritual, llamar a su víctima por teléfono y preguntarle cual es su película de terror favorita, antes de abrirle en canal. Es una peli de terror hecha por y para aficionados al género. Podemos ver ya en su premisa la intención de la propia película por poner de manifiesto las claves de este tipo de cine y jugar con ellas. Es un ejercicio inteligente. A todos nos ha ocurrido que, a la hora de ver una peli de miedo, nos damos cuenta de los errores tontos que cometen las víctimas cuando están siendo perseguidas por sus agresores y deseamos indicarles el camino de su salvación. ¿Quién no le ha gritado alguna vez al televisor, avisando a la pobre e indefensa chica protagonista que no se metiera por aquel callejón oscuro y se ha tirado de los pelos al ver cómo se metía de cabeza y acababa muriendo descuartizada brutalmente a manos del psicópata de turno? Es un ejercicio divertido y efectivo, porque nos mantiene clavados a la pantalla en un tenso vilo y nos produce un placentero sufrimiento al ver cómo el/la desafortunado/a protagonista va cavándose poco a poco su propia tumba ante nuestra impotente (y morbosa) expectación. Pues a eso es a lo que juega Scream. A poner sobre la mesa y dejar a la vista las reglas del juego. A construir, de manera autoconsciente, original y sin complejos, una peli de terror que habla de las trampas y trucos de las pelis de terror, sin importar la altura interpretativa de sus miembros, factor de hecho fundamental en lo que se quiere hacer: una peli intencionadamente tramposa. Incluso se permite algunas secuencias y momentos memorables, con un interesante giro-sorpresa al final.
Las parodias de Scary Movie se mofan de esto mismo que acabamos de analizar, pero de una manera mucho más explícita, cayendo fácilmente en lo zafio y vulgar. Sinceramente, creo que no había necesidad de parodiar Scream, (aunque algunos gags sean brillantes, todo hay que decirlo), puesto que ella ya es su mejor parodia, porque eso es lo que pretende y lo consigue a la perfección. Y ahí es donde reside el auténtico secreto del éxito de esta película, además de, por otro lado, en el genial diseño del disfraz del asesino, icono pop de nuestro tiempo, que dota de mucha personalidad al film.
Película palomitera por excelencia, entretenida, muy ligera (para qué nos vamos a engañar), de visionado fácil y que puede servir de relajado atracón cinéfilo para los amantes del terror. Perfecta para un domingo de invierno por la tarde en compañía. Pero recuerda, ni se te ocurra levantarte para ir tú sólo al baño y menos aún si lo aderezas con un: “Enseguida vuelvo...” Ya sabes lo que ocurrirá. Has visto demasiadas películas...
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