Esta crítica la escribí al poco de estrenarse la película y es una tierna muestra de la inocencia y la imprecisión de un escritor (aún) en ciernes y en pañales, que comienza a rubricar sus primeros titubeos.
Rango (Gore Verbinski, 2011)
“Rango” nos
presenta una nueva oportunidad para disfrutar del buen cine de animación, que a
mi modo de ver, está actualmente conociendo un momento de verdadero esplendor.
En una época en la que reinan los remakes, re-remakes, refritos varios, 3Ds, adaptaciones,
readaptaciones y demás, el mundo de la animación viene con fuerza y sin
complejos y se nos muestra como clara y firme alternativa al cine habitual, el
de carne y hueso.
Y es que es lo
único que actualmente nos ofrece de verdad algo nuevo y original, y precisamente ahí es donde se encuentra a día
de hoy la auténtica creatividad y el derroche de imaginación sin límites,
asignatura pendiente desde hace mucho en las producciones de Hollywood
(evidentemente siempre hay excepciones). Se podría decir que el lenguaje propio
de la animación favorece ese clima creativo, pero creo que aún posee potencial
por explotar y que las técnicas más innovadoras de animación van a abrir un
inmenso horizonte en el que todo va a ser posible. En mi opinión, ahora mismo
sólo asistimos al principio de lo que va a llegar a ser una revolución que
llegará muy lejos.
Hay que decir
que por fortuna no todo el buen cine de animación se reduce únicamente a dos
polos principales, Pixar y Dreamworks, sino que también existen buenas y
ambiciosas producciones fuera de estos dos grandes estudios, como la que nos
ocupa. Y encima ésta la dirige Gore Verbinski, responsable de la ya mítica saga
de “Piratas del Caribe” (hablemos sólo de la trilogía tratando de obviar el
predecible fiasco, por lo menos en cuanto a valor cinematográfico se refiere,
que va a suponer la cuarta entrega, que por cierto no dirige Verbinski, sino
Rob Marshall).
A mí la
película ya me atrajo por su tráiler, y eso que en general no me convencen, ya
que la mayoría desvelan información sustancial de la trama y transmiten una
sensación errónea o distorsionada del ritmo y tono de las películas. Sin
embargo, éste estaba bastante bien, contado con gracia. Aunque cuando comienzas
a ver la película, te das cuenta de que en el tráiler han evitado mostrar
imágenes de carácter surrealista que a mi juicio son precisamente lo que hace
destacar a este film.
El comienzo es
de lo más sorprendente que he visto en una peli de animación. Se nos presenta a
Rango, un camaleón doméstico que vive en un terrario y que tiene vocación para
la interpretación, representando una escena con un maniquí mutilado, una
palmera y un pez de plástico, que son sus únicos amigos. Esto, unido al momento
en que cae del vehículo de sus dueños a una carretera en medio del desierto y
se encuentra con un armadillo muy espiritual, atropellado en mitad del asfalto,
hace que en cuestión de cinco minutos nos encontremos completamente
descolocados y pensando si no estaremos ante una pedazo de obra maestra,
brillante y de genio, o por el contrario ante una pirada monumental. Desde
luego, a nadie se le escapa el carácter poco convencional del arranque de la
peli que podríamos calificar como mínimo de “raro”, puesto que no es ni de
lejos lo que estamos acostumbrados a ver en una peli de este tipo, más tendente
a tópicos y estereotipos. ¡Más sorpresas! Rango sufre crisis de identidad. Se
pregunta a sí mismo, en monólogo interior: ¿Quién soy yo? De verdad que esto
tiene pinta de ser algo grande. Después asistimos a un sueño de Rango en el que
sus dudas existenciales y su miedo a la soledad se manifiesta de manera
surrelista en plan Terry Gilliam y entonces el desierto se nos antoja un
escenario onírico e irreal en el que el propio Dalí daría rienda suelta a su
febril imaginación. La profundidad psicológica del camaleón y la manera en que
es mostrada es algo inusitado en la animación estadounidense, eminentemente
comercial.
Me parece una
propuesta muy arriesgada en cuanto al grado de acogida entre el público. Pero
hay que admitir que ese estilo psicológico y casi alucinógeno del arranque del
film es de lo más extraño y cautivador que se ha visto últimamente y algo
además muy atípico en una peli de animación, que añade profundidad e interés a
lo que podría ser una mera “película de dibujos” e intenta ir más allá a través
de una mirada distinta.
La animación
es de muy buena factura, con un modelado y diseño de personajes espectacular,
reproduciendo hasta el más mínimo detalle, con texturas casi tangibles. Es
impresionante la sensación de aridez extrema que transmite el desierto ¡Pero si
hasta te entra sed! Esto también posee un lado negativo y es que ese
hiperrealismo conlleva en ocasiones un exceso de información difícil de
decodificar. Pero es cierto que hay que quitarse el sombrero ante semejante
nivel de calidad. Todo el aspecto visual está claramente muy cuidado. Respira
puro western clásico por los cuatro costados, pudiendo darnos un festín de
iconografía propia del género.
En cuanto a la
trama, en realidad no es nada del otro mundo. Rango llega a un pueblo, “Dirt”,
en el que enseguida tiene la oportunidad de hacerse destacar y poder ser
aceptado en sociedad. Pero lo hace mintiendo, haciéndose pasar por un
implacable asesino de mano rauda y frialdad infinita. Sabemos que más tarde o
más temprano se acabará desvelando la farsa. Mientras tanto, el pueblo agoniza
de sed y sus reservas de agua están en las últimas. Además, un grupo de
bandoleros roba la poca agua que les queda y desesperados, los habitantes de
“Dirt” se lanzan a recuperar su preciado oro incoloro. El mensaje o moraleja viene
dado a través de los trapicheos de un alcalde-tortuga con una doble cara. Ante
sus ciudadanos, se muestra preocupado y comprometido con la grave crisis que
los azota, pero en la sombra él mismo es el que está desviando el agua para la
construcción de una mega-ciudad moderna y costosa. El progreso, dice. Buena
campaña para incentivar el ahorro de agua. Total, que durante la película Rango
va descubriendo quién es realmente y llega a convertirse en el héroe que todos
esperan que sea. Es decir, una trama bastante flojita que va decayendo
progresivamente hasta convertirse en algo de lo más previsible, echando un poco
por tierra los buenos y originales cimientos que había asentado en los primeros
minutos. Aún así, el humor negro y satírico que inunda el film, una extensa
galería de personajes extravagantes y curiosos, unas secuencias de acción
dignas de la mejor superproducción y todo esto unido a lo que se ha comentado
anteriormente hacen de Rango una película interesantísima que puede invitar a
iniciar una nueva vía de desarrollo del cine de animación.
¡Ah! Y atentos
al homenaje cinéfilo a Clint Eastwood, mostrado como “el espíritu del Oeste”,
jugando al golf en un desierto de arena blanca. Mítico.
Comentarios
Publicar un comentario