Corría el mes de Agosto de un
intenso año como fue 1962, cuando François Truffaut realizó una de las más
famosas entrevistas de todos los tiempos a uno de los grandes genios del cine
mundial, Alfred Hitchcock. Aquella ilustre conversación, que constó de un
cuestionario de 500 preguntas y que se prolongó durante unas cincuenta horas en
total, fue recogida en un libro imprescindible en cualquier biblioteca
cinéfila: “El cine según Hitchcock”, guía de cabecera de valor incalculable en
la que el maestro desgrana sus películas y expone algunas de las claves de su
manera de entender el cine.
Sin duda, uno de los momentos más
recordados del encuentro Truffaut-Hitchcock, es aquel en que el cineasta británico
ilustra su particular visión sobre la diferencia entre “sorpresa” y “suspense”.
Transcribo literalmente el extracto en cuestión:
“Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy
anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. El público queda
sorprendido, pero antes de estarlo se le ha mostrado una escena completamente anodina,
desprovista de interés. Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo
sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe
que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación
anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la
escena. (...) En el primer caso se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa
en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince
minutos de suspense.”
Realmente, lo que plantea
Hitchcock en este celebérrimo párrafo es su interpretación personal de un
concepto recurrente y fundamental en la narratología audiovisual: la focalización.
El concepto fue formulado por Gérard
Genette para sustituir los términos habituales de “punto de vista” o
“perspectiva”, por uno (en su opinión) más preciso, tomando como punto de
partida el trabajo sobre la figura del narrador realizado por Tzvetan Todorov.
Posteriormente, la noción de focalización fue reformulada por François Jost para
adaptarla a los relatos audiovisuales. Es el trabajo de este último el que rescataremos
para el presente artículo.
La focalización, según Jost, es el foco cognitivo
adoptado por el relato.
Jost se refiere, pues, a la focalización
del relato (lo que se cuenta) a nivel exclusivamente cognitivo, es decir, el
grado de conocimiento de narrador y personaje, diferenciándolo de la
focalización a nivel perceptivo (ocularización: relación entre lo que
la cámara muestra y lo que el personaje supuestamente ve, y
auricularización: relación entre lo que el micrófono graba y lo que el
personaje escucha).
La focalización “cognitiva” se
podría resumir así: lo que sabe el narrador con respecto a lo que conocen los
personajes, y lo que en consecuencia se muestra al espectador. En ese punto
estriba la delgada pero radical línea que establece Hitchcock entre sorprender
al espectador y crear suspense.
Para comprender mejor todo este
galimatías teórico, propongo tres ejemplos de secuencias de películas
archiconocidas para ilustrar la división en tres categorías que señala Jost al
tratar el concepto de focalización: focalización interna, externa y espectatorial.
Ya que hemos traído a colación el
mítico diálogo de Truffaut y Hitchcock, he buscado ejemplos que incluyeran una bomba,
por seguir la línea temática propuesta por el maestro del suspense:
Focalización interna:
En principio, esta primera
categoría no presenta complicaciones. Puede a su vez subclasificarse en fija,
variable o múltiple, según se trate de un relato en el que narrador utilice a
un sólo personaje o a varios para transmitirnos la información. Básicamente, y a grandes
rasgos, significa que narrador y
personaje comparten conocimientos, por lo que el espectador sabe lo mismo que
el personaje y le acompaña a éste a través del relato, descubriendo los
acontecimientos al mismo tiempo que él.
En esta secuencia de Hijos de los hombres (Children of men,
Alfonso Cuarón, 2006), vemos claramente la idea de “sorpresa” tal y como la
concibe Hitchcock. El espectador asiste al bombazo con el mismo sobresalto y
conmoción que el personaje de Clive owen:
Focalización externa:
El segundo tipo de focalización
cognitiva propuesto por Jost es el más debatido y ciertamente el más complicado
de llevar a cabo. En este caso, se produce una explícita restricción del saber
del espectador con respecto al personaje. Digamos que tanto narrador como
personaje irían por delante guardándose un as en la manga. No abundan los
ejemplos. No es una modalidad que pueda
sostenerse de manera predominante a lo largo de todo el relato, sino que suele
corresponder a momentos concretos dentro de una película.
La secuencia que cierra V de Vendetta (V for Vendetta, James
McTeigue, 2006) es uno de los escasos ejemplos de esta categoría. Tanto V (Hugo
Weaving) como Evey (Natalie Portman) saben de antemano lo que va a ocurrir
mucho antes que el espectador, y en una especie de pacto con el narrador,
ocultan esa información hasta que creen conveniente revelarla para el correcto desarrollo
de la trama:
Focalización espectatorial:
Bastante sencilla, evidente y
recurrente. En realidad, es la técnica más empleada a la hora de generar
suspense. Es precisamente, a lo que se refería Hitchcock con “mostrar la
bomba”. Supone dar más información al espectador de la que manejan los
personajes, para emplazarle en una situación privilegiada frente al relato y hacerle
cómplice de la mirada omnisciente del narrador.
El largo plano secuencia de la
abertura de Sed de mal (Touch of
Evil, Orson Welles, 1958) es un ejemplo emblemático, no sólo de un soberbio
empleo del plano secuencia, sino de un espléndido manejo del suspense:
Con todo lo expuesto, podemos
concluir que Hitchcock, en la entrevista concedida a Truffaut, expuso de un
modo claro, conciso y accesible la idea de focalización y su concepción del
suspense, y sin pretenderlo estableció un paradigma que ha sobrevivido hasta
nuestros días con plena vigencia. Todo ello demuestra la gran capacidad del
maestro al emplear la técnica cinematográfica para construir el discurso y el
profundo conocimiento que tenía sobre el séptimo arte.
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