TERMINATOR 2: JUDGMENT DAY






Terminator 2: Judgment Day (James Cameron, 1991)

Antes que Titanic (1997) y mucho antes que Avatar (2009), James Cameron ya escribió, produjo y rodó en 1991 uno de los films más caros de la Historia, y de paso, una de las obras maestras del cine de acción y de la ciencia-ficción de todos los tiempos. Casi cien millones de dólares tuvieron la culpa. Y es que a pesar de haber rebasado las 20 primaveras, la película, sus paradojas temporales y el mito del asesino cibernético del futuro permanecen indelebles y tan vivos como en su estreno.



Tras el frustrado conato de asesinar a Sarah Connor en la primera parte de la saga, Skynet decide cambiar de objetivo y destruir al líder de la resistencia humana, John Connor, cuando aun es un adolescente. Para ello envía al pasado a un Terminator más sofisticado, un T-1000, de metal líquido, con habilidades miméticas y que puede adquirir formas punzantes con sus extremidades superiores. Sin duda, la introducción de esta nueva amenaza supuso una de las grandes aportaciones de esta secuela y además, una de las primeras ocasiones en las que se aplicó la tecnología infográfica. John, por su parte, envía a un T-800, esta vez para proteger a su “yo” pasado. Se trata de una carrera continua e implacable por salvar a John y por consiguiente, dar esperanza a toda la humanidad.



Está llena de secuencias y momentos memorables e irrepetibles, como la presentación del T-800 encarnado por Schwarzenegger o la persecución a John por parte del T-1000 a bordo de un temible camión. O ese legendario: “Hasta la vista, Baby”. Pero no estamos ante una simple peli de persecuciones, tiros y explosiones, sino que bajo esa superficie de testosterona subyace un estrato más profundo. En su oscuro y desalentador prólogo se asienta el crudo mensaje del film, una visión aterradora y apocalíptica de un futuro en ruinas dominado por las máquinas y sumido en una desequilibrada guerra. Las poderosas imágenes de columpios ardiendo que acompañan a la comparsa de los créditos iniciales, unidas al magistral tema central de la banda sonora compuesta por Brad Fiedel, representan a la perfección esa sensación desoladora del fin de la civilización y la idea de un nefasto destino. La sombría fotografía apoya este concepto con una clara dominante azulada que crea una atmósfera de pesimismo. Curiosamente, esta estética, unida al diseño del armamento y las máquinas del futuro, guarda similitudes con el diseño de producción de Aliens, el regreso (AKA Aliens, James Cameron, 1986) e incluso el de Abyss (James Cameron, 1989).



La cinta cuenta, por supuesto, con unas excelentes y trepidantes secuencias de acción, bordadas, que igualan e incluso superan en realismo e intensidad a muchas pelis de acción actuales. Lo que admiro de Cameron (exceptuando Avatar), es que no abusa del ordenador, sino que gusta de una realización más “pura” y física, basada en el empleo de especialistas, maquinaria y ambiciosos diseños de producción. De hecho, la película fue premiada muy justamente con 4 Oscar técnicos: mejores efectos visuales, mejores efectos sonoros, mejor sonido y mejor maquillaje. En mi opinión, también hubiera merecido el máximo galardón, además de el de mejor director, pero eso es otro debate. Por cierto, notables interpretaciones de todo el reparto.


Recomiendo encarecidamente su visionado, sobre todo si eres fan de la acción y/o de la ciencia-ficción. Además, si me permitís, me gustaría reivindicar la figura de Arnold Schwarzenegger como actor talentoso y de un perfil único para el cine de acción, así como para la comedia ligera como se descubrió después. Si indagáis en su filmografía, colmada de buenas pelis, descubriréis que encarna papeles que parecen haber sido moldeados a su imagen y semejanza, y que su sola presencia, aporta el ingrediente estrella de la receta. Dadle una oportunidad y no saldréis defraudados.



Os dejo un enlace de Youtube para que veáis la secuencia inicial de la peli:

http://youtu.be/N9YU0hQEZ5M


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